Ultimátum A Los Lugares Comunes, O Historia De Amor.

I. PABLO

Te encontré cantando, ¿Bajo la lluvia?, No exactamente, más bien bajo el agotador sol de la ciudad. Era viernes si no mal recuerdo, de nuevo a vestirse como la gente “bien”, para después recorrer de bar en bar la ciudad, sin nada en especial que buscar. Solo pues, ya sabes, para dar el rol. Me miraste como si fuera un mal recuerdo, como si fuera una afección que vuelve a recrudecer después de haberse curado, o será que solo me habías olvidado. Sin importar tu mirada camine hacia ti como aquel que camina hacia lo que quiere, mira dejémonos de pendejadas, camine a ti con miedo, porque sabes que te quiero, y te gusta verme sufrir por tus rechazos, varios ya por cierto, y lo peor de todo es que a mi me gusta sufrir con esto, así que de cualquier manera camine, poco a poco, con movimientos felinos. ¡Ja! Más bien torpes porque al irme acercando inevitablemente tuve que tropezar con la banqueta, ya lo demás lo sabes, me quedé ahí tirado, con él animo gris, con el orgullo en lo más bajo, mirándote reír que por cierto a diferencia de la mayoría de las veces, en esta ocasión no me causó gracia alguna. En fin que podía hacer, la que estaba de pie riendo, y con el corazón intacto eras tú, sin embargo aquel del que algunas veces te he platicado seguía en el piso, con el tiempo detenido, mirándote reír, sin saber que hacer, me dolía el pie, me dolía el orgullo y si!, vida mía, a diferencia tuya me dolía el alma…

Pero como siempre, y para la desgracia de otras mujeres, desde que te conocí, me levanté del suelo, otra vez, como si nada hubiera pasado, y si igual que otras veces me quise hacer el payaso, pero igual que aquellas mismas  veces no funciono, quede aún peor, no contigo, sino conmigo. Déjame aclararte que he llegado a desarrollar un agudo sentido del pesimismo, aun cuando todo esta bien, lo veo negro, lo veo todo jodido, pero ese no es el caso, mi agudo sentido del pesimismo, me decía que esta vez como muchas otras mas en el pasado, no lograría que me quisieras y en vez de hacerle caso a este sabio sentido negro mío, me limpie el pantalón y tuve que decir con una sonrisa estúpida en los labios “todo! Me está deteniendo, todo esto que me rodea no quiere que me acerque a ti, pero aquí estoy, como estas preciosa?”, Me miraste intrigada por mi facilidad de recuperación, tus ojos miel se abrieron tanto que por un momento el sol parecía cualquier estrella en ellos, ok!, No fue así!, No dije aquello de que todo me estaba deteniendo, creo que me pare y empecé a decir pendejadas como pinche banqueta y cosas así, ya después fue que te dije eso, bueno no te lo dije pero lo pensé, el caso es que poco después de que el dolor en la rodilla izquierda había disminuido y de que tu y tus acompañantes, mujeres para mi dicha o desdicha, terminaron de carcajearse de este intento de galán hollywoodense, me preguntaste, entre suspiros y sonrisas ahogadas, por mi hermana, te conteste que seguía fregando, que a sus dos hermosos años, la felicidad que brinda a mi familia con cada sonrisa de ella es invaluable, es cuando menos para esta pluma y para esta hoja, indescriptible, no dije todo eso por supuesto, Dije lo de siempre lo que se acostumbra a decir a toda la gente, tu sabes, que estaba bien, que seguía fregando, que estaba tremenda y no sé cuantos más lugares muy comunes que se utilizan al hablar y que uso al escribir, lugares comunes tan necesarios en aquellos momentos en los que la lengua se traba y no sabe uno con que empezar.

Caminamos como una cuadra juntos, sin decirnos mucho, al menos con las palabras, porque yo con la mirada te hacía pedazos y te subía en un pedestal, para después tirarte de una patada y volverte a reconstruir, tan hermosa, yo muy en mi ciclo de amarte y odiarte de olvidarte o regresar a ti con toda la fuerza posible para amar, y tu muy en tu papel de nada, de indiferencia, de ir repitiendo la canción que te encontré cantando con Julia y Alma, como iba?, Ah! Sí, por tu maldito amor, claro! Si después de todo, este amor era el maldito y yo el villano en el cual encarnaba esta aberración o ¿será mejor decir esta necedad?. De cualquier manera, seguiste murmurando la canción en los lapsos en que hablabas conmigo, más bien respondías a mis intentos de sacarte plática, todos infructuosos. ¿Has notado que la gente en la zona remodelada es más gritona?, Por momentos sentía que mis palabras no alcanzaban a llegar a tu oído por que no recibía respuesta alguna de ti, pero que carajos!, Ya me estaba acostumbrando, por momentos añore aquellos días en que mi opinión para ti era tan importante que no se movía un solo músculo de tu cuerpo hasta que yo diera mi fallo. ¿Te acuerdas como nos hicimos novios?, Fue algo muy extraño, desde ese momento me debí haber imaginado que me mandarías por un tubo en cualquier momento, pero soy más necio que inteligente, y estoy mas enamorado de ti que preocupado por mi seguridad emocional, así que sin importarme mucho mi seguridad física, salte la reja que protege al edificio donde esta tu departamento y que trancazo se dio este cuerpo mío al caer, ¿te imaginas este monstruo que soy volando desde dos metros y medio de altura?. 

La carcajada de Alejandro no se hizo esperar, y la mía tampoco, entre rizas, me levante, y entre locura mía subí las escaleras, 104 leí y me detuve, estuve a punto de tamborear la puerta pero pense que no me escucharías gracias al tremendo fiestón que estaba en curso en el departamento de arriba, así que muy modoso toque el timbre, y tape el ojal por donde se ve quien toca, me reí y lo volví a soltar, creo que no era ninguna sorpresa que fuera yo el que timbraba, quien podrías pensar que era si horas antes yo era el que te había dicho muy molesto “no me quieras!, Yo no sé querer!, Soy una mala persona!”, Ja, quien iba a tocar la puerta sino yo, por eso me dio tanta risa tapar el hoyito para sorprenderte. Al quinto timbrazo que no abriste me encontré tamboreando la puerta como si hubiera una emergencia. Bueno para mí si había una emergencia, te estaba perdiendo!, Siguió tamboreando la puerta hasta que entre mis trancazos y la música de arriba oí que estabas gritando, ya! Ya Pablo!, Ya!, Ahí voy!. Me detuve asustado por el escándalo que estaba armando, y espere a que abrieras. ¿Puedo volverte a decir aquello que digo siempre de tu pelo?, – hueles a bebe- dije nervioso, me preguntaste que “que quería”, -perdóname!- exclame sin dejar de hablar, – soy un tonto, te quiero, estoy loco por ti, y no me quiero pelear contigo, perdoname!, Te amo, te adoro!, Escúchame bien, desde que té vi por primera vez en clase me gustaste- no es cierto- me interrumpiste, – déjame hablar!, Espérame tantito!, Me encantaste, me gusto tu boca y tus gestos, me gusto tu voz quebrada, tus enormes ojos miel, no sé si sea machista decir esto, pero al verte supe que estabas hecha para mí, no quería nada mas en esta vida que no fueras tu. Te quiero amor!, Entiéndelo y quiero, si tu quieres claro que seas mi novia, no quiero ser tu amiguito ya más, ni tu confidente, ni nada por el estilo, quiero ser el hombre al que beses cada vez que beses, quiero saber que piensas en mi tanto como yo en ti, quiero ser el que te colme de flores o regalos, el que te haga de comer si quieres, quiero cuidarte, tu y solo tu me haces sentir que tengo alguna razón por que seguir dando vueltas en este mundo en el que tantas cosas pierden su sentido- espérame Pablo déjame hablar- volviste a interrumpir, – déjame terminar- te quiero y!- ya lo dijiste!- gritaste y me volteaste a ver asombrada, pero más asombrado quede yo al ver que estabas con una lagrima corriendo por el ojo derecho, mi discurso de desesperación terminó, mas bien, lo terminó una lagrima tuya.

Me quede callado admirándote. Esperaba una respuesta a tus lagrimas, mejor dicho una explicación a tus lagrimas. ¿Serían de enojo, de tristeza o de felicidad? Espere un momento y no salió de ti ninguna respuesta, así que me decidí a tomar la iniciativa. – Mi niña bonita, no llores – te dije, y tu lloraste con más fuerza. Definitivamente estabas muy triste, o muy enojada pero eso sí de feliz no tenías nada. Te tome de la parte de arriba de los brazos y te jalé hacia mí, no opusiste resistencia alguna, te abrace. Olías tan rico que quería llevarte conmigo, te apreté con fuerza y puse mi cabeza en tu hombro, podía sentir tu mejilla bañada en lagrimas. Te abrace de nuevo ahora con mas suavidad pero con mas fuerza, no te quería soltar, en ese momento eras todo lo que me unía a este mundo, no eras todo lo que quería. Te fuiste calmando y al cabo de cinco minutos tu llanto ya no era pleno, ahora parecía como si dieras pequeños suspiros, perdóname que lo diga de nuevo pero parecía el llanto de un bebe. Te separé un poco de mi y pense que tal vez tu no querías pero aún así lo hice. Te mire y te pregunte si ya te sentías mejor, solo moviste la cabeza en señal de sí. – No te preocupes – te dije, – todo va estar bien, lo siento – y fue cuando me di cuenta que al estarte hablando tan de frente nos acercamos la primera vez como si nos meciéramos anunciándonos el beso próximo. La siguiente mecida estuvimos aún mas cerca, pude sentir como tu aliento había entrado por vez primera a mi ser. ¿Me sentía diferente?, Definitivamente si porque sin darme cuenta en la tercera es la vencida te bese y eso no puedo explicarlo bien pero fue increíble, parecía como si hubiera estado sosteniendo un durazno en mi boca, pero era un durazno dulce, era la gloria misma, eras tu, mi todo.

II. KARINA

Te quedaste callado, cosa que no haces muy a menudo. Creo que te asustó el verme llorar, no sé, tal vez pensabas que me habías lastimado, o que me habías dicho cosas tan bonitas que provocaron en mi un llanto de felicidad. Nada más alejado de la realidad, estaba yo furiosa, quería salir gritando del coraje que sentía. Desde que té vi la primera vez hubo un no sé que, que, que sé yo, que me gusto en ti. No lo puedo explicar fácilmente. No sé si es que mi padre fue siempre un gruñón y me gustaban los gruñones como él. Además, desde el primer día parecías como uno de esos héroes de películas románticas que morían por su patria y por su novia. Todo tan coloradito, tan rojito, como si estuvieras haciendo una rabieta todo el tiempo. Después con el mismo tiempo fui conociéndote más y me fue gustando como se oía tu voz que al parecer a todo instante estaba dando ordenes. Ahhh! Pero eso sí cada vez que me volteabas a ver con esos ojos tan llenos de alma, tan tiernos y me hablabas a mí, tu voz cambiaba, tu tono ya no era el de un general, sino el de un niño contándome de como las estrellas te parecían un montón y la luna te figuraba una enorme bola de queso. Así es que esa noche del pleito cuando te vi llegar y saltar la barda de mi casa, con excepción del golpe que te pusiste, me sentí como en los cuentos de hadas, y creí que eras el caballero de armadura reluciente que me venía a salvarme del encierro en la torre, pero después comenzaste a hablar y todo lo que me dijiste y todo lo que logre entender de alguna manera ya lo sabía, así que al verte ahí tan indefenso y no de hierro como te imaginaba siempre, me dio coraje. Me molesto que tuviera que cercarnos el destino en ese preciso instante. Me dio coraje que tu declaración fuera de esa manera, tan a lo loco. Me dio una tremenda furia no haber esperado hasta la noche siguiente en un restaurante bonito y a la luz de las velas para vivir lo que estaba a punto de ocurrir, así que solo pude llorar. Estaba muy contenta, pero también estaba muy enojada. Así que en vez de abrazarte me puse a llorar por las ganas que tenía de decirte que hiciéramos esto otro día, y que tu no me dejabas expresar, además ¿Cómo te ibas a sentir tu, si en ese momento te hubiera dicho que mejor mañana y me hubiera metido a mi casa sin dar palabra más? No te quería lastimar así que hice lo que hago cuando no sé que hacer… lloré.

Luego te quedaste ahí paradote mirándome sin saber que hacer, como si esperaras a que te dijera algo. – Mi niña bonita, no llores – me dijiste y yo no podía parar aunque quería hacerlo. Te acercaste a mí, por fin!, Y me tomaste de los hombros como si hubieras estado a punto de besarme, me sentí atrapada y estaba a punto de levantar los labios cuando vi que me abrazabas y te recostabas en mi hombro. Me desespere y lloré mas fuerte, no entiendo porque siempre eras tan decidido y en este momento te frenabas tanto, porque no hacías las cosas y ya.  Pero en fin, te quedaste ahí abrazandome, a punto de sacarme el aire, así que poco a poco se me fue pasando el coraje y me di cuenta que ya no estaba llorando. Me separe de tu lado y pense que tal vez tu no querías pero aun así lo hice. Te mire de frente y tu me dijiste que todo iba a estar bien que no me preocupara, y en ese momento me di cuenta que eso ya lo había escuchado antes pero no supe dónde. – Lo siento – terminaste tu frase y yo me volví a desesperar, pero entonces me di cuenta como nos pasábamos de lado a lado de frente los labios como si nos fuéramos a besar. La segunda vez lo volviste a hacer y yo estuve punto de soltar una carcajada de gusto, porque me encanto. Pero antes de que me pudiera reír me estabas besando, y yo desde ese momento hasta hoy, nunca he besado igual, es más ni contigo me he sentido tan bien como me sentí en ese beso. Al parecer toda tu cara dura desapareció al contacto de mis labios y parecía como si estuviera metiendo la boca en una nube. Tu barba rasposa era suave y tu boca aún mas…

Desde ese día en adelante me juré amarte con todas mis fuerzas. Aun en esos momentos en los que parecías cansado de mí. Pero después vino el verano y con el otoño y como si fuéramos hojas nuestro amor se fue desprendiendo y así fue como un día me di cuenta que ya no estabamos juntos, que ya no recibiría rosas blancas y rojas, que ya no me cantarías al oído, que ya no me besarías, ni discutirías conmigo por tener la razón, y por lo tanto yo ya no podría decirte lo regañón que eras y lo mal que estabas al pensar que de diez veces que dabas tu opinión nueve tenías razón. Tengo que confesarte que te sigo amando, que aun te dedico noches enteras de sueño, y de sueños. Tengo que confesarte que me duele que no me quieras o que pienses que estoy tan enamorada que no voy guardar un poquito de orgullo al no hablarte. Me duele pero me aguanto, aunque haga, a veces, lo único que sé hacer cuando no sé que hacer,… llorar.

III. EL DESTINO

Ambos me pertenecen, pues desde que les vi por primera vez supe que tenía que unirlos a toda costa, sus cuerpos embonaban de tal manera que el sol no sería sol si mi voz fuera mentira. Sus voces y sus tonos son tan contrarios que se complementan, se crean y se destruyen, en fin, se hacen uno solo. Por eso los lleve a la misma escuela. Por eso fue que lo hice pelearse ese 29 de Febrero, porque se estaban tardando tanto, que sinceramente ya me estaban comenzando a aburrir. Por eso fue que con tres soplos los hice besarse de una vez por todas.

Ahora me doy cuenta de mi error, ahora me doy cuenta que tal vez los debí haber hecho más fuertes en la relación y antes de esta, así pues el orgullo jodón y hermano mío no habría metido su narizota en esta reunión tan amorosa. De lo contrario ahora estarían amándose con una fuerza que nunca conocerá nadie de nosotros… Lo que una vez uno y que no soy yo el que lo separo, no lo puedo volver a unir…

Posted by

Pablo Eduardo Ibáñez López

Facebook
Twitter
LinkedIn